María Sánchez, una mujer venezolana de 50 años, lleva consigo las marcas dolorosas de la búsqueda de la belleza en su cuerpo
Camina con lentitud, llevando dos bolsas de drenaje que cuelgan de su cintura y una cicatriz que atraviesa su zona lumbar como recordatorio de una operación de reconstrucción. Esta cirugía siguió a otra en la que le extrajeron los biopolímeros que hace una década le habían inyectado para aumentar sus glúteos.
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Los biopolímeros son sustancias sintéticas como la parafina o la silicona líquida que se inyectan en el cuerpo y causan estragos en la salud. Aunque su uso fue prohibido en Venezuela en 2012, después de haber sido ampliamente comercializados en lugares llamados “estéticas”, su impacto perdura en la vida de muchas personas.
La historia de María es solo una entre muchas. A pesar de la falta de cifras oficiales, cada vez más personas afectadas llegan a clínicas y hospitales con dolores crónicos y consecuencias devastadoras de tratamientos con biopolímeros. La presión cultural de la cirugía plástica en Venezuela, un país conocido por fabricar reinas de belleza, contribuyó a la popularidad de estos tratamientos.
Aquellos que buscaron la perfección física a menudo se encontraron con dolor, enfermedades autoinmunes y un alto costo para someterse a cirugías correctivas. Aunque la extracción completa de los biopolímeros es difícil y costosa, las víctimas buscan alivio y recuperación. En medio de la tristeza y el sufrimiento, estas historias sirven como recordatorio del oscuro lado de la búsqueda de la belleza y la importancia de la regulación en la industria estética.
Redacción Gossipchile y Yahoo!